jueves, 24 de septiembre de 2009

EL ARROZ DE LA TIA OSA


En nuestra ciudad existe todavía a la orilla del antiguo camino de Almería un lugar al popularmente se le conoce como los Pichiriches, está situado a ambos lados de esta via.

Hasta hace poco había numerosas cuevas las cuales eran habitadas por la gitanería del pueblo, eran las clases más humildes y marginales del pueblo. Las mujeres se dedicaban a las labores del tejido de canastas y a la confección de escobas, y los hombres al chalaneo y a la esquila de borricos, y otros animales. Churumbeles sucios y desarrapados pululaban a sus anchas por aquellos lugares.

En los campos que circundaban estos habitáculos se hallaban los cultivos de cereales, en donde las yuntas al labrar los campos tenían que sortear las numerosas chimeneas de las cuevas en medio de los bancales.

Una mañana en que Diego estaba sembrando con sus mulas la cebada en los bancales de los pichiriches, no podía ni imaginar los problemas que le iban a acarrear los gitanos. Al rodear una de sus mulas la chimenea de una de las cuevas, enganchó el arado una gran piedra, con tan mala suerte que esta cayó rodando chimenea abajo con gran estruendo, por lo tanto causó un gran revuelo en la cueva, cuya propietaria era una gitana muy conocida en el pueblo, apodada la tia Osa. Con la rapidez de una rayo salió la tía Osa y se presentó ante el atónito labrador causante de sus males, la cual cuadrándose de asas frente al labrador, con todas sus greñas al viento y una actitud bastante amenazadora se puso tiesa y le dijo:¡Pero vamos a ver! ¿Que ha hecho usted tío Diego? –Mujer las mulas se espantaron y cayó una piedra...que ha sío sin querer Juana (Que así se llamaba la gitana) -¡Ah muy bien! Pero da la coincidencia de que yo estaba guisando un pollo y la piedra ha hecho añicos la cazuela, a ver si nus arreglamos como guenos crestianos que semos por los zagalillos que se van a quedar sin comer.
No había terminada la tia Osa de leer su sentencia al pobre labrador, cuando salió en escena el marido de Juana la Osa, y una parvulea de churumbeles en cueros y descalzos y enarbolando un cayado de porra que hizo estremecer al campesino.
-Hombre, Diego has sio tu el que nus echao la piedra por la chimenea, po si fua sio un jamón nus arreglamos...nus creíamos que era el fin del mundo.
El pobre labrador asustado maldecía el haber adquirido aquellas tierras, pues no le deban más que disgustos, por la poca cosecha que había, y que los gitanos no dejaban nada de ella, y ahora tenia que reponer el pollo a la tia Osa y la cazuela.
En esto el gitano, cruzando el cayao sobre los hombros y en actitud pastoril, le dijo: El caso es, amigo Diego, que ya las cosas han pasao asi, que le eches a los zagales una sera de higos pa que se les pase el susto.
¡Alto ahí! –dijo la tia Osa- ¿y la cazuela de arroz que yo estaba guisando y les ha caío encima el Espíritu Santo y el Hacho y no aparecen ni las asas...a ver como arreglamos las cosas que quedemos como crestianos que semos, por la gloria de mi papa?
El pobre labrador, viendo su integridad amenazada por la greñuda gitana y el cayao de porra de su marido, optó por perder una sera de higos y un pollo para poder ganar una batalla perdida, malvendiendo su honor y sus derechos ante el ingenioso poder del hambre y la asombrosa facilidad de una mentira gitana.

P.D. Recopilado del libro “EL SEÑORITO” de Pedro Contreras Salas.



José Ledesma Carretero.

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